Los preparativos, unidos a la incertidumbre de cómo sería el pueblo, las familias, el colegio, el tiempo, las actividades allí,… llenaron de ilusión los días y semanas previas al viaje. Sus preguntas tuvieron respuesta cuando llegamos a Bray.
Bray es un pueblo costero muy cerca de Dublín, a donde íbamos frecuentemente en el DART (tren de cercanías de Dublín) para visitas culturales (como el museo arqueológico) y hacer compras. Les encantó poder pasear por sus calles y comprar recuerdos para sus familias.
Pudimos disfrutar y puedo asegurar que es impresionante: sus calles llenas de gente, ambiente carnavalesco, desfile animado con carrozas muy elaboradas y música, mucha música en cada rincón de la ciudad. Hicimos dos rutas cercanas a Bray por la impresionante isla esmeralda.
En una de ellas, paralela a la costa, visitamos la torre circular Martello en Sandycove, lugar de retiro al lado del mar, para gente acomodada (y algún famoso) y el Museo de James Joyce que se encuentra dentro (allí Joyce pasó seis noches e inició su novela “Ulysses”).
Hay objetos personales del escritor. Aunque había muchos, algunos eran: su guitarra, un chaleco bordado por su abuela (¡qué curioso!), o una corbata que Samuel Beckett le regaló.
El alojamiento en las familias fue muy bien. Las familias están acostumbradas a estar con estudiantes extranjeros y hacen lo posible para que la estancia de los chicos sea muy agradable y amena y aprovechen su estancia hablando mucho inglés, compartiendo el día a día y costumbres con ellos.
Las clases les sirvieron para aprender mucho. Eran ejercicios orales y juegos con dos profesores nativos. No es inglés académico, con ejercicios y redacciones. Allí de lo que se trata es de mejorar el inglés oral de los chicos. Recibieron un certificado de la ATC al finalizar.
¡Qué rápido se pasa la semana! Y tuvimos que volver… Este año repetimos, cambiando de destino, para conocer otro bonito lugar irlandés, aunque estaremos también cerca de Dublín.
Cristina Centeno
Escuela Profesional San Francisco. León