Entre el bullicio del patio, la sirena que marca el inicio y el fin de las clases, las mochilas, las agendas, los calendarios de exámenes, los reencuentros diarios con compañeros, el fluir de la vida escolar… En algunos rincones del Colegio Capuchino de Madrid, en el distrito de Usera, se escucha:
¿Qué ha pasado?
¿Te apetece contarnos cómo te sientes?
¿Cómo podemos ayudarte?
¿Eres consciente del daño que estás haciendo?
¿Qué podríamos hacer para que en tu clase se diesen cuenta de que esa compañera está pasando por un momento personal complicado y no reacciona así porque quiere?
¿Cómo piensas que podría solucionarse esto?
¿Qué estarías dispuesto a hacer tú?
Estas son algunas de las frases pronunciadas por el alumnado durante las sesiones de compañerismo activo y de mediación para generar un clima donde convivir sea más agradable y aprender una tarea más fácil.
El compañerismo activo y la mediación son actuaciones enmarcadas en el Equipo de Convivencia del colegio, cuyo objetivo es ofrecer una estructura de ayuda entre iguales a través de diversas intervenciones protagonizadas por el alumnado, que se diseñan y adaptan para dar respuesta a los conflictos que van surgiendo.
El conflicto es algo intrínseco a la condición humana, y siempre está ligado a la convivencia, una convivencia que se hace inevitable en los centros educativos. Poner las energías en eliminarlos, en huir de ellos, contenerlos o evitarlos es una tarea condenada al fracaso, que supone frustración y malestar cotidiano.
Se trata, en cambio, de buscar vías constructivas. Entendidos como motor de cambio, los conflictos generan aprendizaje, fortalecen los vínculos entre las personas, son oportunidad para el fomento del diálogo, de la paz y de la cultura de la no violencia.
Educar no es sacar los conflictos de la escuela para fingir que vivimos en un mundo ideal: educar requiere el esfuerzo de enfrentarse a las dificultades, pese a la tensión que estas originan.
La educación en valores requiere coherencia y compromiso de toda la comunidad educativa:
Somos conscientes de que educamos más por lo que somos y por cómo actuamos que por lo que decimos.
En un mundo amenazado por guerras -territoriales, económicas, comerciales, ideológicas-, un cambio climático silencioso pero inminente, virus microscópicos que ponen de manifiesto la vulnerabilidad de la sociedad y de la especie humana, urge educar para la paz desde el convencimiento…
Desde el contagio del mismo.
Marta Cabañas Cabañas
Colegio Sagrado Corazón de Madrid