Visitamos la obra de Eduardo Fandiño, profesor de la escuela. “Humano, más humano” y qué es el arte más que algo propiamente humano: inquietud, comunicación, provocación, tradición, contemplación, reivindicación, entretenimiento, pero, ante todo, el arte es creación y un camino de conocimiento que se despliega a cada instante si desarrollamos nuestra capacidad de observar, de sentir, de interpretar.
Y esto es justo lo que hicimos y pretendemos seguir haciendo, entre otras iniciativas, desde nuestra escuela: involucrar a nuestros estudiantes y docentes en un viaje hacia el conocimiento del mundo y de lo que nos rodea, a través de, en esta ocasión, el arte.
Por eso, aprovechando que uno de nuestros profesores, Eduardo Fandiño, que viene desarrollando una contundente y exitosa carrera artística, expone su obra junto a otros tres artistas, en las antiguas dependencias de la azucarera Santa Elvira en León, restauradas para tal efecto, nos acercamos con los alumnos de 1º de Bachillerato a conocer un poco más de cerca su propuesta: un viaje interior y exterior por la provincia de León, en busca de uno de los bienes más preciados y necesarios que tenemos: el agua, elemento primordial de una naturaleza que parece haber sido olvidada, pero que nos da la vida y a la que corresponde devolverle el amor, como bien enseñaba San Francisco.
El autor nos invita y nos da la oportunidad de amar y agradecer; de pararnos a escuchar su sonido al precipitarse; de sentir su calidez al abrazarnos en íntimo baño; de aprender de su transparencia y adaptabilidad; de, en definitiva, dejarnos inundar y conmover al darnos cuenta de su presencia y sencillez.
Su obra, compuesta por fotografía, audiovisual y otros elementos como las “damajuanas”, contenedoras de aguas de diferentes lugares, pudimos hacernos una idea de su importancia y de sus propiedades sanadoras, entre otras muchas lecturas que permite hacer este tipo de obra de arte contemporáneo.
Al llegar, los chicos y chicas tuvieron la libertad de ir curioseando el espacio y sus elementos. Se vieron caras de sorpresa, de interés, de desconcierto… risas, pero sobre todo se respiró un gran respeto por el trabajo del artista que, una vez que recorrimos la estancia a nuestro antojo, nos reunió en círculo para charlar un poco sobre la experiencia y contestar todas las preguntas que se nos ocurrió hacerle.
Quizá no nos demos cuenta al momento de todo lo que una obra de arte ofrece, pero confiamos en que este tipo de experiencia compartida es una semilla plantada que tarde o temprano dará sus frutos en el desarrollo personal y académico de nuestros estudiantes.
Colegio San Francisco. Capuchinos de León