Fue a finales del curso escolar 21/22 que nuestros frailes nos comentaron la idea de coger un terrero que linda con la pared de la iglesia de San Antonio en el que antiguamente tenían un hermoso huerto. La primera vez que nos acercamos a dicho lugar, la vegetación sin control que ahí había nacido nos llegaba cerca de la cintura y apenas podíamos abrirnos paso entre tanta maleza. Pero esto no impidió que las personas que ahí estábamos pudiéramos emprender un sueño que todavía veíamos lejano. Lo primero que necesitábamos eran herramientas, poder desbrozar ese lugar y comprobar si teníamos acceso al agua de la acequia que intuíamos pasaba cerca. Cada descubrimiento, ponía en marcha nuestra creciente ilusión de emprender dicha aventura.
Así que, nos apuntamos al programa de “Huertos Escolares” que lleva el Ayuntamiento de Zaragoza y por fin conseguimos, tras la visita del técnico al lugar, alimentar más ese sueño que parecía ir tomando forma real. El profesorado enseguida se entusiasmó con la idea y se pusieron manos a la obra. Tras cursos de formación, diseño del huerto y el asesoramiento de nuestro máximo colaborador Chema (el marido jubilado de una compañera), nuestro huerto iba tomando forma. Por fin, y tras las labores de acondicionamiento del mismo, en marzo vinieron a labrar nuestros bancales y tras conseguir el plantero suficiente comenzamos nuestra primera plantación.
Los primeros días fueron complicados, pero gracias a Chema, a Enrique y a la implicación de nuestro profesorado y alumnado (en especial a los más mayores de 4º de la ESO que trabajaron muchísimo) poco a poco pudimos conseguir volver a experimentar el milagro de la Hermana Naturaleza. El Ayuntamiento de Zaragoza nos instaló el riego y los niños y niñas desde 1º de infantil hasta 4º de la ESO pudimos participar en el plantado de, ahora sí, nuestro huerto hecho realidad.
Los huertos escolares están demostrando ser una herramienta invaluable en la educación de los estudiantes. No son solo parcelas de tierra con plantas, sino espacios vivos donde los niños y niñas pueden aprender de manera práctica y significativa. Estos son algunos de los beneficios:
• Conexión con la Naturaleza
En un mundo cada vez más digital y urbano, los huertos escolares proporcionan a nuestros chicos y chicas la oportunidad de conectarse con la naturaleza de una manera tangible.
• Aprendizaje práctico
Son laboratorios vivos donde los estudiantes aprenden sobre el ciclo de vida de las plantas, la fotosíntesis, la ecología y la química del suelo de una manera práctica y experiencial.
• Fomento de una alimentación saludable
La participación en la producción de alimentos promueve una mayor conciencia sobre la importancia de una alimentación saludable.
• Desarrollo de habilidades sociales
Los huertos escolares son proyectos colaborativos que fomentan el trabajo en equipo y la comunicación. Los chicos y chicas aprenden a planificar, asignar tareas y resolver problemas juntos, lo que es esencial para el éxito en la vida real.
• Valores y responsabilidad
El cuidado de un huerto implica responsabilidad. Los estudiantes aprenden la importancia de cumplir con tareas programadas, cuidar de las plantas y respetar el espacio común.
• Conciencia ambiental
Enseñan al alumnado sobre la importancia de la sostenibilidad. Los métodos de cultivo orgánico y la conservación del agua son prácticas comunes en estos espacios, lo que fomenta la conciencia sobre la conservación de recursos naturales.
• Estímulo de la creatividad
Ofrecen oportunidades para la creatividad a través de la planificación de diseños, la elección de cultivos y la decoración del espacio.
• Reducción del estrés y mejora de la salud mental.
En resumen, los huertos escolares son más que simples parcelas de tierra; son herramientas educativas que pueden enriquecer la vida de todos de diversas maneras. Fomentan la conexión con la naturaleza, el aprendizaje práctico, la alimentación saludable, el desarrollo de habilidades sociales y valores, la conciencia ambiental, la creatividad y la salud mental. Entre todo esto nos recordaron que Francisco de Asís se refería a Clara como su pequeña plantita, por lo que nuestro huerto ya tiene nombre: “HUERTO HERMANA CLARA”.
Ana Pilar Benedí, Colegio San Antonio de Padua