Juan, de segundo de primaria, saca su libro de “Mates” para hacer las sumas y restas del día. Felisa, la voluntaria, le observa para ver si coloca bien las unidades unas debajo de otras. Al darse cuenta que los coloca de cualquier manera, la voluntaria le orienta en la tarea. Con paciencia ve cómo se desenvuelve y finalmente revisa y corrige el trabajo.
Este es el quehacer de 23 voluntarios que se han comprometido en este proyecto que llamamos “Apoyo escolar”. Son en su mayoría jóvenes. Es una fortuna contar con ellos. Actualmente se cree poco en la generosidad y disponibilidad de la juventud. Aquí ese criterio cae por los suelos.
Por el contrario, un buen grupo de los jóvenes quiere hacer algo en favor de los demás, solo que quizás nosotros (los más adultos) no les presentamos algo atractivo, o simplemente que no les dejamos espacio.
Además, son jóvenes casi todos provenientes del Colegio Sagrado Corazón que regentan los Hermanos Capuchinos. La mayoría están terminando la ESO o el Bachillerato, y algunos otros ya están en la Universidad. Esto también añade una peculiaridad importante: su carácter cristiano. Son gente de fe, aunque no todos la vivan de la misma manera. Su modelo de vida, Jesucristo, algo les dice en su corazón que les lleva a comprometerse en la ayuda al prójimo y a compartir su conocimiento y tiempo con niños y adolescentes un día a la semana, de 5 pm a 6:30 pm.
Los chavales de primaria que se benefician de este servicio son 26, siendo los grupos más numerosos los de tercero y cuarto. Se reúnen los lunes y miércoles en la tarde con los voluntarios que organizadamente se hayan comprometido para esos días.
Los martes y jueves se acercan a los salones parroquiales los estudiantes que están en 1º y 2º de la ESO. Están 14, que son acompañados por los voluntarios más entrenados y que ya están en la Universidad. De este modo se garantiza que realmente les puedan orientar en sus tareas más complejas, como pueden ser las de Física y Química, Matemáticas o Inglés.
Además de llevar a cabo unas tareas asignadas, el otro ingrediente que les convoca es “estar con los amigos”, como el otro día me decía uno de los chavales chinos que asiduamente vienen a este proyecto que busca también integrar a los que la sociedad busca excluir. No deja de ser un proyecto sencillo, pero que calladamente va sembrando en los que vienen –tanto voluntarios como estudiantes- valores de solidaridad y generosidad, reconocimiento e inclusión.
Este proyecto nació de la inquietud de echar una mano a tantos niños y adolescentes de la geografía de la parroquia al no disponer de la oportunidad para estudiar adecuadamente en sus casas, bien por falta de espacio o por carecer de adultos que les acompañaran en sus tareas.
Proyecto que surgió del diálogo entre el personal del colegio (el profesor Joaquín Morata y el miembro del APA, Ubaldo Claro) y de la parroquia (Jesús de la Torre). Ni que decir que los padres de los muchachos están encantados con que sus hijos puedan aprovechar esta oportunidad.
Hemos tenido más solicitudes, pero la limitación del espacio y del personal, nos ha obligado a trabajar con ese número de chavales, y no más.
Si es verdad que los voluntarios le ponen el mayor empeño y cariño en este quehacer, personalmente creo que los más beneficiados son ellos mismos. El hecho de mostrar sus cualidades y dedicar generosamente parte de su tiempo, hace que su autoestima crezca y reconozcan que son personas útiles y necesarias en esta sociedad. Y si es verdad, como dice Jesucristo, que es más importante “dar que recibir”, no es menos cierto que la mayoría de las veces cuando servimos a los demás sentimos “una gran satisfacción”, de modo que es más lo que recibimos a nivel humano que lo que damos.
Jesús de la Torre
Colegio Sagrado Corazón (Usera. Madrid)