Estoy de vacaciones. Al otro lado del charco. Acogido amablemente por los hermanos de Extramuros de Pamplona.
Javier Ocariz, definió a la Enfermería como “Scala Dei”. O sea, “Escalera de Dios”. Esta expresión te hace pensar.
Aquí murieron capuchinos que vivieron en la Misión de Aguarico como: Camilo Mújica, Jesús Elizalde, Enrique Marco, Fray Pastor, Fray Antonio, Jesús Langarica... Y últimamente, con más de 50 años de entrega en tierras ecuatorianas, José Antonio Recalde y Rodolfo Erburu. La Enfermería es el trampolín hacia la vida eterna. Zona de tránsito. Etapa de maduración a fuego lento. Ubicada en un paraje idílico, a orillas del Arga, arteria fluvial pamplonica. Desde aquí, contemplas la capital de los navarros, a ras de los chopos, con la catedral al fondo.
Oyes a los ruiseñores, cada día, interpretar la sinfonía número 40 de Mozart.
Oscar y Luis Javier, buenos samaritanos, lideran la atención humana, espiritual y sanitaria de 14 enfermos. Hacen de todo con amor fraterno. Oscar, entre otras facetas, anda en bici para realizar sus múltiples labores. ¡Cuánta generosidad vemos en ellos! Y vimos en los anteriores. Recordamos a Ignacio, José Ángel, Jesús, Félix, Antonio, Koldo... Ellos conjugan el verbo “servir”, sin aplausos, discretamente, sin brillo exterior. No salen en los periódicos y son luz.
Nos podemos preguntar: ¿Cómo afrontan la muerte este grupo de Capuchinos retirados del mundanal ruido? Con el ticket en la mano para tomar el tren rumbo hacia la tierra sin mal. Se les ve serenos, con la tranquilidad del que hizo sus tareas.
Con la casa sosegada. Debido al “deterioro cognitivo”, dicen así ahora, algunos retomaron la niñez; uno está ciego, pero ve por dentro; otro, como puede, aguanta los dolores de la columna; el último se recupera de una neumonía. La mitad de ellos son acompañados por dos señoritas: la silla de ruedas y la sordera. Y todos, sin excepción, aprecian el cariño que se les brinda.
Algunos transmiten una paz auténtica fruto de una vida centrada y entregada. Recuerdo con afecto a Patxi Arrieta y a Jesús Elizalde como integrantes de ese grupo bienaventurado. Conversar con ellos, era siempre, una buena medicina. Como si fuera su testamento, Jesús Elizalde, unos meses antes de su muerte (febrero 2002), aquel chicarrón de Bera, con su tono de voz euskaldún, me regaló estas luminosas palabras: “Jesús está aquí. Y donde está Jesús, eso es el Cielo”.
Chaylla. Eso no más.
Hno Jesús Eugenio Jáuregui, OFMCap