Pero el problema no es solo que se refieren a los grupos y a las personas con un calificativo despectivo, sino que consiguen que su propia mirada y la mirada de los ciudadanos, cada vez se empobrezca más, terminando por creer que detrás de estas personas así designadas no hay más que unos indeseables. Estas etiquetas simplonas nos hacen creer que no hay más que maldad en sus corazones. Y esta forma de mirar a las personas se va extendiendo porque cada vez es más habitual escuchar este tipo de calificativos en las conversaciones de amigos y sobre todo en las Redes Sociales.
Los políticos –y ciertos programas televisivos también- están consiguiendo entender como normal este tipo de trato entre personas. No se hacen conscientes que también son un maltrato, y que “lo que sembramos recogeremos”. Es decir estamos polarizando cada vez más la sociedad, estamos generando cada vez más enfrentamiento entre políticos y entre ciudadanos con diferentes ideologías y este es un camino, que si lo mantenemos, no nos llevará a nada bueno.
Necesitamos hacer memoria de nuestra historia y darnos cuenta cómo la polarización social nos ha traído mucho dolor, a nosotros y a otros países que se han embarcado en este viaje.
Cuando Jesús de Nazaret nos dice que todas las personas somos hijos de Dios, nos está hablando de que en todos hay una valía incuestionable, una riqueza escondida que tenemos que descubrir, aunque parezca todo lo contrario. Que no podemos ventilar la realidad de una persona con un calificativo, que tenemos que hacer un esfuerzo por darnos cuenta de las múltiples facetas positivas presentes en cada ser humano.
Pero no hace falta ser cristiano para reconocer la dignidad de toda persona. Necesitamos recuperar referencias humanistas que hablan del valor de todo hombre y mujer, de su ser irrepetible, que guardan en sí un patrimonio personal único, incluso más allá de sus actos. Por eso Concepción Arenal decía: “Odia al delito y compadécete del delincuente”.
¿Cómo ser crítico y respetar el valor personal del contrincante? No es fácil este camino, pero seguro que está lleno de humanidad. Tendríamos que tener siempre presente una máxima parecida a esta: “odia la injusticia y respeta a tu contrincante”.
Javier Morala