Nos presentan productos atractivos con el mensaje de que solo ellos pueden hacernos felices. Y nos sentimos obligados a comprar y consumir compulsivamente. Lo hacen precisamente con mayor insistencia en momentos y en situaciones que nos ponen en contacto con sentimientos bonitos y nobles y con recuerdos de experiencias entrañables de tiempos pasados. Parece que lo importante hoy es vivir en constante alerta, continuamente volcados hacia afuera.
Tan es así que hasta nos hemos llegado a creer que la alegría y la felicidad solo pueden venirnos del exterior de nosotros mismos. Es más: para muchas personas solo existe lo exterior y superficial.
Los avances de la técnica son algo extraordinario. Contemplamos atónitos los viajes a la luna y a Marte y a Júpiter. El ser humano puede descender a las profundidades de los mares y llegar hasta lo más recóndito de nuestro planeta.
Todo ello es, sin duda, digno de admiración y nos llena de alegría y de esperanza. Pero, sorprendente e increíblemente, descubrimos que somos perfectos desconocedores de los caminos que conducen al interior de nuestro propio yo. De tanto mirar afuera, podemos olvidar que lo más grande y maravilloso de la vida está precisamente dentro de nosotros, en el fondo de nuestra persona.
Lo más valioso de todo lo que existe es cada uno de nosotros: el misterio insondable de la vida de cada ser humano, los sentimientos hermosos de solidaridad, comprensión, cariño, amor y perdón que radican en lo hondo de cada corazón. Solo ellos son capaces de transformar el mundo y llenarnos de alegría y de paz. Por algo nos dicen algunas religiones que el mismo Dios habita desde siempre en lo profundo de nuestra intimidad.
Hace un tiempo que nuestro colegio está trabajando con los alumnos la educación en la interioridad, para ayudar precisamente a cada uno a descubrir la maravilla de la vida que palpita en su interior y entrar en contacto con los valores más hermosos que nos ofrece nuestro ser. Y nos anima a la reflexión y al cambio de nuestra manera de vivir, y nos invita a construir una vida mucho más alegre y feliz.
¿Por qué no allanar los caminos y enderezar tanto sendero tortuoso construidos a lo largo de nuestra existencia, que nos impiden llegar al manantial mismo de la Vida, que habita en el fondo mismo de nuestro ser? ¿Por qué seguir buscando tan afanosamente fuera lo que desde el principio tenemos dentro? ¿Por qué no acercarnos al corazón de cada persona para adorar solidariamente en él el misterio de Dios vivo?
José Luis Iso
Director General Colegio San Antonio de Padua
Zaragoza