El pasado mes de octubre de 2021, coincidiendo con la convocatoria para participar en el programa PROA+, los Hermanos Capuchinos dejaron el convento de Santander. Esta triste noticia poco a poco se transformó en una oportunidad cuando los frailes nos cedieron el patio-jardín para nuestro uso y a David Coca, profesor de Educación Física del Colegio San Antonio y tutor de 1º ESO, se le ocurrió la posibilidad de organizar un huerto escolar como actividad palanca de PROA+. Fue una idea tan bien acogida por todo el claustro, que inmediatamente se contactó con expertos en el desarrollo y puesta en marcha de un proyecto de esas características. Para desarrollarlo se ha contratado un monitor con experiencia en jardinería y agricultura que pueda aportar diferentes puntos de vista al alumnado.
En noviembre nos daba la bienvenida el mural de San Francisco que preside el jardín, con su mensaje: “Loado seas mi señor por todas tus criaturas”. Comenzamos los trabajos para preparar el terreno en el que, en un futuro muy cercano, empezaría a tomar forma nuestro huerto escolar.
Al principio fue una labor exclusiva de la persona responsable de la ejecución, pero los alumnos, al enterarse, empezaron a sentir curiosidad por estas nuevas actividades que se abrían ante ellos y pidieron participar desde el comienzo de los trabajos. Para ello arrancaron setos, podaron y cavaron, hasta lograr el primer paso de nuestro ya más que adelantado huerto escolar.
Pero no solo de trabajo manual va este proyecto: a la vez que comenzaban a cavar, salieron a la luz determinadas destrezas con las cuales los alumnos no se sentían del todo familiarizados ni sabían gestionar de una forma adecuada: competitividad, comparación con los iguales y falta de colaboración entre ellos. Estas situaciones, en espacios diferentes al aula ordinaria, nos brindan la posibilidad de proporcionar nuevas estrategias a los alumnos para hacer frente a las dificultades de convivencia que experimentan y que en entornos menos reglados suelen tener un mejor pronóstico de evolución positiva. Llegan a ser conscientes de que el trabajo en equipo repercute de una manera positiva para que sus labores en el huerto sean más productivas, lo que beneficia al conjunto.
Con la llegada del invierno, organizamos una primera tanda de semilleros; en el aula de tecnología hemos experimentado con la textura de la tierra y hemos aprendido sobre cómo esta influye en los cultivos y los cuidados que requiere.
Tras unos días intensos de lluvia, comenzamos con la preparación de los bancales, lo que además de trabajo físico por parte de los alumnos, puso de manifiesto la necesidad de trabajo en equipo y de desarrollo de canales y destrezas adecuadas para una buena comunicación. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que este espacio exterior es parte indispensable de nuestro centro, de nuestro día a día. Además, contamos con un buen número de bancales, un compostador lleno de germinados y la sensación de que nuestro proyecto va tomando forma. Era inimaginable pensar, hace bien poco, que este espacio pudiese brindarnos tantas posibilidades. A principios de año plantamos fresas, ubicándolas debajo de una buganvilla que crea un emparrado precioso en nuestro huerto escolar. De esta forma, protegemos a las fresas de los fríos nocturnos y los alumnos se sienten muy implicados en el cuidado de esta planta en particular, ya que cada uno cuenta con su propia planta de fresas. Así, conseguimos que se adentren más en el desarrollo preciso de este tipo de planta.
Además de las fresas, llenamos los bancales con numerosas hortalizas: cebolletas, espinacas, guisantes, lechugas... Sabemos que somos afortunados por poder desarrollar este tipo de actividad con los alumnos y, aunque no faltan las quejas por su parte, conforme avanza el trabajo y se familiarizan con el entorno, van asumiendo las responsabilidades y crece en ellos el entusiasmo por estas actividades.
Estamos en Santander y la hermana agua, en forma de lluvia, es protagonista muchos días. Algunos de ellos hemos aprovechado para meternos en el aula y proceder con la construcción de un hotel de insectos. Previamente se había comentado con el alumnado la importancia de los insectos en un huerto, de cara a minimizar los tratamientos fitosanitarios y lograr una cosecha menos tratada químicamente. La elaboración de este hotel colaborando unos con otros ha sido una experiencia satisfactoria para los alumnos. El trabajo manual con serruchos, taladro y atornillador les hace enfrentarse a retos que nunca se les habían presentado. Superar miedos, frustraciones, fomentar la paciencia hasta que otro compañero te deje la herramienta… todo han sido aprendizajes que les servirán en su desarrollo personal, eje transversal e ineludible de la educación. Y todos los días nos preguntan: Profe, ¿cuándo nos toca bajar al huerto?
Javi Prat Solís (Monitor del huerto)